miércoles, 9 de noviembre de 2016

La Mujer del Estacionamiento

Se llama Javiera, tiene el pelo largo, grueso y negro. Lo lleva suelto y desordenado y nunca se le ve bien la cara, excepto cuando anda de buenas y se hace un moño chascón con un collet desgastado. Ahí se le nota en los ojos oscuros, en las cejas filosas, en la sonrisa de bruja antigua, en su piel de selva, que en el pasado se llamaba Itzanami y era reina. Ya no se acuerda de quién, quizás de un pueblo indígena en algún lugar del tiempo. La vestían de oro, le hacían trenzas y le lavaban las piernas con agua hirviendo porque no le dolía. Le tenían miedo porque se comía el corazón de los amantes perdidos. 
A Javiera sólo le quedan recuerdos borrosos de esa vida. Hoy se dedica a tomar cerveza y a mover la mano para avisarle a los clientes del Santa Isabel que pueden salir sin chocar el auto. Se enfurece cuando no le pagan, grita obscenidades y se esconde detrás de la cortina de su pelo murmurando una maldición. A veces se calma cuando le dan cigarros, pero tienen que ser Lucky y de los corrientes porque "¡la wea con click es muy suave!".
Esta no es forma de tratar a una reina.


miércoles, 7 de septiembre de 2016

Mi lugar favorito


Entre viernes y domingo paso por mi lugar favorito.
Sólo puedo ir en auto y a 100 kilómetros por hora.
Cuando llego todo se interrumpe,
la canción de moda,
la conversación interesante.
Por un segundo puedo estar en mi lugar favorito.
Con el Potro nos gusta aguantar la respiración cada vez que pasamos por esa bajadita nueva de la Kennedy que nos sube el estómago hasta la garganta mientras gritamos: "¡Wiiiii!"

jueves, 16 de junio de 2016

La noche de visitas

-Hola
-¿Qué haces en mi cama?
-No, no, estás soñando.
-¿Por qué?
-Te echaba de menos, quería estar un ratito así acostada contigo ¿Me dejas?
-Bueno.

-¿Te acuerdas de mí?
-A veces.
-Yo también.

-Cuando te acuerdas de mí, ¿de qué te acuerdas?
-De cuando caminábamos de la mano, de cómo me mirabas...
-¿Cómo?
-Como si yo fuera la más bonita de la fiesta.
-Eras la más bonita.

-Ya es tarde.
-No, un ratito más.
-Siempre vamos a querer un ratito más.

El lugar donde nos rompimos

El lugar donde nos rompimos ya no existe. Fue reemplazado por un camarote donde hoy duermen mis sobrinos. El lugar se volvió tan caótico y tan terriblemente diferente que el día que me atreví a volver no lo reconocí, no lo asocié con nosotros. Pero la cerámica rota sigue ahí, asomándose bajo una alfombra vieja.

Ese día es como una foto fea. Me puse mis pantalones rotos favoritos y la parte de arriba de ese pijama amarillo horrible. No usé maquillaje. De haber sabido que era la última vez que te vería me habría puesto más bonita, me habría soltado el pelo y me hubiera puesto perfume. Te habría besado, con ganas, con rabia por último, pero no con el roce frío de labios que te di. De haber sabido que era la última vez…


El lugar donde nos rompimos ya no existe, pero la cerámica rota sigue ahí.
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The place where we broke up is no longer there. It has been replace for wooden beds where my nieces sleep. The place is so chaotic and so terribly different that the time I made myself go back I didn’t recognize it, it didn't felt like us. But the broken ceramic still peaks through the old rug.

I remember that day like an ugly photo. I was wearing my ripped jeans and the top part of that horrible yellow pajama. I wasn’t wearing any make up. If I knew then that that would be the last time I saw you as my lover I would have made myself pretty for you. I would have let my hair down and I would have worn perfume. And I would have kissed you, harder, furiously even but not coldly like I did. If I had known that was the last time...


The place where we broke up no longer exist, but the broken ceramic is still picking through the old rug.



miércoles, 24 de febrero de 2016

Hormigas



Un día comenzaron a seguirme las hormigas. En la plaza, en la oficina, en la micro y en mi pieza. Escalaban mis piernas y se deslizaban por mis dedos. Las más osadas llegaban hasta las puntas desteñidas de mi pelo.
Inútilmente busqué restos de comida, papeles de dulces, un labial con sabor. Resignada aprendí a llevar un Tanax en la cartera.
Anoche, cuando las escuché trepar por las sábanas comprendí que venían a comerse mis penas. Me quedé dormida rápido para que no me doliera.