Cuando llegué no me dejaron entrar porque estaba tarde. Me dijeron que si esperaba podía participar en la segunda escena. Decidí quedarme ya que las primeras partes siempre son cortas, sobre todo si se miran desde arriba.
En el colegio estaba Valdo con sus amigos, con mis amigas, conmigo. De pronto (pero a conciencia) se materializó una sala de clases. Valdo no pone atención, me quita el lápiz negro y raya símbolos colocolinos. Lo reto para que tome apuntes, él se ríe y me dice que soy un pastel, yo sonrío y ya no sé de lo que habla el profesor.
Cambio de escena y el tiempo se acelera:
Valdo en el patio del recreo.
Valdo y yo en el mirador, en el Bravísimo, en el auto escuchando música.
Valdo bebe y fuma y bebe y fuma hasta que ya no es Valdo.
Valdo con su amigo cruzando la calle, el amigo se detiene, Valdo no.
"¡Valdo perdón, no me dejaron entrar porque llegué tarde!"
Por fin dejé de ser espectador. Veo a Valdo, lo abrazo fuerte y lloro, "Perdón, te quiero.", le digo. "Lo sé, también te quiero pastel.", contesta. Le pido que se quede, un ratito nada más, pero no puede. Me besa en la frente y se va.
Y afuera todos creían que yo estaba durmiendo.
Julieta.
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