Con
Aldonza somos amigas hace ya varios años. Con la de antes, la que no conoce a
Quijote, la que odia a los hombres. Ella, en días como estos es mi
mejor amiga. La otra hace tiempo que se fue, y es feliz.
Nos
arrancamos un rato a la plaza, yo con mi vestido de pecadora, ella con sus harapos hediondos. No le dijimos a nadie porque si les decíamos no
nos iban a dejar, bueno a mí, porque Aldonza se manda sola.
Nos cuidamos de no pisar caca mientras cruzábamos la plaza, también de no tirar cenizas. Aldonza se sentó en una banca escondida, yo la seguí porque encontré que era lo mejor.
Nos cuidamos de no pisar caca mientras cruzábamos la plaza, también de no tirar cenizas. Aldonza se sentó en una banca escondida, yo la seguí porque encontré que era lo mejor.
-¿Por qué no estoy llorando Aldonza?
-Con los años el corazón se endurece querida.
-¿Cómo así?
-Por la sangre coagulada.
Fumamos en silencio uno, dos, tres cigarros, el
último no me lo pude terminar, Aldonza sí. Después volvimos pero ella no se
subió al ascensor.
Aldonza
es pésima junta.
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