miércoles, 24 de abril de 2013

Reloj de bolsillo


    "Mientras este reloj camine yo te voy a querer”, le había dicho su marido años atrás cuando aún eran novios. Por eso, el domingo que María despertó para ver que el reloj estaba quieto, dejó la casa tirada y partió corriendo a una relojería.  
    Recién a la hora de almuerzo encontró un lugar abierto. Con el apuro y la angustia ni miró las pilas, se las embutió y para su alivio, vio como se movía el palito largo por unos segundos.
    Volvió tranquila a su casa. A medio camino le bajó un ataque de risa por la ridiculez que había hecho y continuó riendo hasta que abrió la puerta. “¡Mi amor, ni te imaginas en las leseras que andaba!” gritó María.
No hubo respuesta. “¿Mi amor?” preguntó. Entonces le chocó, no había visto a su marido en la mañana. En la cocina encontró la nota, “Conocí a otra, lo siento. PD: te dejé carne en el freezer”.
Desesperada,  sacó el reloj de su bolsillo, estaba tan muerto como cuando despertó. Dio vuelta la cartera para ver la marca de las pilas “A cuenta”, leía el empaque y a María le pareció que la boleta se reía.

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